La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.
Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.
Un año más, desde el Campus Universitario La Salle, Madrid, ofrecemos este servicio pensado para los y las educadores/as. Se trata de la NOVENA edición del Experto Universitario de Educación de la Interioridad para Centros Educativos.
Nuestro Posgrado se ha enriquecido a lo largo de los años gracias a cada uno de los grupos de educadores/as que ha transitado este proceso formativo que aúna la experiencia personal y la reflexión pedagógica.
Adentrarse en la propia interioridad es la condición indispensable para poder acompañar en el aula aquello que denominamos Educación de la Interioridad (EI). Nuestra propuesta formativa favorece que cada educador/a viva una experiencia en primera persona, descubra caminos nuevos o asiente los ya conocidos para el cultivo de su propia dimensión interior. Tras la experiencia personal, el diálogo y la iluminación didáctica van haciendo que cada profesor/a se haga con un conjunto de aprendizajes vitales y pedagógicos que le capaciten para comprender mejor y aplicar convenientemente las estrategias de este modelo de EI.
Trabajamos en torno a tres contenidos: el trabajo corporal, la integración emocional y la apertura a al trascendencia/Trascendencia, siendo este último contenido el horizonte hacia el que se encamina todo el proceso. Queremos acompañar al alumno, pero también al claustro educativo en la búsqueda de respuesta a esas dos preguntas clave para todo ser humano: "quién soy" (identidad) y "para qué/por qué soy" (sentido).
DESARROLLO DEL POSGRADO: Nuestro Posgrado comienza en el mes de octubre y concluye en el mes de junio. El proceso se desarrolla con talleres presenciales en Madrid que comienzan el viernes por la mañana y concluyen el sábado a mediodía e itinerarios virtuales de una semana de duración que concluyen con una conexión en directo con el profesor/a.
Durante el proceso formativo,el alumno del Posgrado va elaborando su portfolio personal para recopilar sus aprendizajes y reflexiones de modo que con todo ello elabore el Trabajo Final de Posgrado que pretende ser una propuesta concreta de EI para su centro educativo. Así, cada profesor/a que termina el Posgrado, puede presentar en su centro una propuesta bien elaborada y supervisada que ayude a crear o a mejorar el programa de EI de su institución educativa.
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Queda poco ya para adentrarnos en la Pascua de Jesús. El evangelio de hoy es de esos donde se va percibiendo la tensión previa al proceso contra Jesús. El ambiente en torno a él está electrizado, tenso, a punto de una gota que colme el vaso de la limitada visión humana.
Hoy, Jesús pronuncia con contundencia: "Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos: conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" Y, tales palabras provocan una cascada de estupor e indignación por parte de los judíos que incluso "habían creído en él". Y comienzan los razonamientos de todo tipo, el intento de encajar " lo de Jesús" en algo que tenga más sentido y no sea tan excesivo. Comienza la autodefensa.
Y es ahí donde a mí me salta la alarma. Yo creo en Jesús, creo que es el Hijo de Dios, creo que vino a este mundo para mostrarnos los caminos de la veradera encarnación, para enseñarnos a ser humanos, a vivir conforme el plan amoroso de Dios. Creo que resucitó y que es el Cristo. Lo creo con todo mi ser. Jesús me fascina, me enamora, me reorienta continuamente.
Yo tengo la perspectiva de siglos de historia. Conozco toda la historia, no así sus coetáneos. Y, sin embargo, conociendo toda la historia, yo tambien me enredo en miles de tinglados mentales y excusas para que la potencia liberadorade Jesús no me alcance, no me complique, no me traspase.
Escucho a Jesús decirme a mí que la verdad me hará libre y eso me entusiasma ¿quién no quiere ser libre?. Pero, he aquí el drama, esa libertad brota de la verdad y la verdad ¿dónde nace, dónde encontrarla? En mí no percibo verdad, percibo medias verdades, percibo opiniones, percibo pura subjetividad... Y le pregunto a Jesús ¿qué es la verdad?, la misma pregunta que Pilato le hará en pocos días. Y Jesús también me responde con un profundo y elocuente silencio.
Y vuelvo a lo que dice en este pasaje: "todo el que comete pecado es esclavo". Sí, ahí me reconozco más, en mis esclavitudes: en los miedos a los que doy espacio y me llevan a "dar de no", en las patrañas que inventa mi parte mediocre para sentirse cómoda y no ir más allá. Paradójicamente, es cuando doy fe ante mí misma de mis esclavitudes, cuando entiendo el silencio de Jesús y atisbo algo sobre la verdad.
Se trata de la verdad acerca de mí, de dejar caer todo cuanto no soy, de dejar ir y soltar ataduras. Se trata de ir contra mi mujer vieja, tener el coraje de actuar conforme a lo que late en lo más central de mi ser. Hay en mí un núcleo, un centro preñado de luz, habitado por Dios, pleno de amor y sabiduría. Se trata de desenterrrarlo, de emprender las obras de demolición de lo viejo y permitir el crecimiento de lo nuevo.
Da miedo, me pregunto si no es excesivo, si de veras hay que complicarse tanto la vida. Si no basta con afirmar mi fe y poco más...
Pero, cada vez que confronto mi vida con la Palabra, caa vez que contemplo a Jesús en su modo de vida, en sus gestos y sus palabras, las medias tintas no forman parte de la propuesta.
Me doy cuenta de que, una vez más, dejarme adentrar en los días de Pascua no es ver una serie de Netflix, sino recibir una llamada acuciante a vivir mi propia pascua: ¿De dónde a dónde debo transitar? ¿A qué otra orilla debo pasar? ¿A qué afueras y periferias debo dejarme llevar para renacer?
Se trata de la gran diferencia entre "entregarme" al plan de Dios para mí , para todos o "enredarme" en las redes de mi ego inmaduro que sólo desea comodidad.
Enredarme es fácil, basta con racionalizar la fe, con darme explicaciones que tranquilicen mi ego. Enredarme es crear los modos de relación con Dios que permiten que no me traspase su Presencia. Enredarme es construirme los becerros de oro que me hagan creer que tengo fe, que sigo a Jesús cuando, en realidad, sólo sigo a una imagen de Dios que me genera bienestar. Enredarme es entretenerme con "las cosas de la fe", jugar a ser creyente, vivir una mera apariencia. Enredarme es poner en el centro todo menos a Dios.
Entregarme... Eso es morir para renacer. Es el grano de trigo que cae en tierra, muere y da fruto. Es vivir en la luz, dejar que la luz rompa mis tinieblas interiores. Entregarme es transitar mis desiertos y cortars amarras para adentrarme en la navegación hacia otra orilla. Entregarme es tomar en serio la absoluta obligación de hacerme prójimo, de encargarme de la realidad sufriente de tantos. Entregarme es dejarme lavar los pies y, después, salir yo a los caminos de mi vida para lavar los pies de otros. Entregarme es dejarme confrontar a la par que me dejo confortar por Dios en lo escondido para luego anunciarlo desde la terraza.
Se puede creer que se piensa en Dios cuando en realidad se ama nada más a ciertos seres humanos que nos han hablado de él, cierto medio socal, unos hábitos de vida, un estado de sosiego del alma, una fuente de alegría sensible, de esperanza, de confortación o consuelo. En tal caso, la parte mediocre del alma está en completa seguridad: ni siquiera la oración la amenaza (Simone Weil)
Si nosotros, los que estamos en los campos de prisioneros de cualquier parte del mundo solo salvamos nuestros cuerpos, será insuficiente. Al fin y al cabo, no se trata de mantenernos con vida a toda costa, sino de cómo nos mantenemos con vida. A veces creo que cada nueva situación, ya sea buena o mala, puede enriquecernos con nuevas perspectivas. Y si nosotros abandonamos a su destino los duros hechos que debemos afrontar irremediablemente, si no los acogemos en nuestra mente y en nuestro corazón para lograr que se asienten y se conviertan en hechos que nos permitan madurar y encontrar algún sentido, no seremos una generación viable. (...)De los campos mismos deberían irradiarse nuevos pensamientos; nuevas ideas que transmitan claridad deberían traspasar nuestras alambradas y reunirse con las ideas que la gente de fuera habrá conquistado con tanta sangre y en circunstancias que, poco a poco, se están volviendo igual de difíciles. Y quizá entonces, sobre una base común de búsqueda sincera de respuestas que expliquen estos hechos incomprensibles, la vida descarrilada podrá dar un cauto paso adelante. (CARTAS DE ETTY HILLESUM)
Una vez más, la profunda voz de Etty Hillesum me ayuda a adentrarme en una lectura de estos convulsos tiempos que vivimos con algo más de profundidad y lucidez huyendo de la visceralidad y los tópicos.
Cuando se mira el mapa mundial desde el punto de vista de los conflictos bélicos en desarrollo, identificamos 58 focos de violencia y lucha. Hay que añadir ahora una nueva guerra declara : Israel-Palestina.
Empatizar con cada conflicto, es decir, percibirlo, acogerlo en el corazón, sufrir con los que sufren, sería destructivo para cualquier mente humana. Por ello, seleccionamos, como lo hacemos con todo. Cada persona, en el nivel individual, selecciona la información, asume lo que puede, olvida o sitúa en tercer o cuarto lugar lo que no puede procesar. Olvidar es sano para el cerebro humano a todos los niveles. En un mundo tan hiper informado, creo que es una forma lícita de protección personal nada criticable. Recordemos lo que nos sucedía durante la pandemia con el exceso informativo, la necesidad de desconectar de las continuas ruedas de prensa, datos y crear, poco a poco, espacios personales y familiares de un cierto sosiego.
Pero no se trata tan sólo de crear espacios de sosiego por pura comodidad personal, eso sería desafección, la desafección que realmente hace que el supuestamente "bueno" acabe siendo cómplice, por silencio e inacción, de los supuestamente "malos".
Al espacio de sosiego que me refiero es aquel que permite que cada ciudadano pueda ir mas allá de los meros datos, pueda cribar con sentido común y mirada crítica las diferentes informaciones que se vierten sobre los sucesos mundiales, cercanos o lejanos físicamente. Saber leer la realidad desde la inteligencia y la sensibilidad personal de cada uno. Aplicar algo más que pura visceralidad o lamentos timoratos.
Así me resuena lo que Etty desea desde el campo de concentración: una base común de búsqueda sincera de respuestas que expliquen estos hechos incomprensibles. Sí, porque resulta siempre incomprensible el dolor atroz que el ser humano inflige al ser humano, o , al menos, ojalá siga pareciéndonos incomprensible.
Anhela Etty Hillesum que, creando esa base de comprensión, la vida descarrilada pueda dar un cauto paso adelante... La vida descarrila en cada lucha entre hermanos, en cada asesinato en pro de banderas, religiones, razas, de lo que sea. Siempre la vida descarrila si un ser humano mata o maltrata a otro. La vida descarrila en la violencia pequeña, sin publicación y en la gran violencia visible.
Por ello, estoy estos días intentando conectar a diario con mi interior. Adentrarme en ese lugar profundo donde puedo empatizar y llorar las atrocidades de mundo a la par que afronto en mí con valor y decisión, la guerra interior contra los deseos de venganza, contra el juicio fácil y visceral y contra la desensibilización. A la par, cuido mi forma de informarme y cuido mi espacio familiar para que sea sosegado, con ese sosiego que permite pensar mejor y sentir mejor.
Es una guerra interior, esta sí, que vale la pena. Según avanza mi vida, cada vez siento con mayor claridad que el campo de batalla definitivo es el interior de cada persona. Ahí se deciden las guerras pequeñas y grandes. Es mi opción personal clara e inamovible contra la violencia, contra la venganza, contra la cosificación de los otros, la que puede marcar al diferencia. Las guerras no son "setas" que aparecen por arte magia. Tras cada guerra, tras cada conflicto, hay una larga historia de intereses egoístas, de locuras humanas, de mentiras y medias verdades. Por eso, como dice la canción: "la guerra es muy mala escuela, no importa el disfraz que viste, perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera".
Cuando una persona se desensibiliza, la humanidad pierde la batalla en pro del cauto paso adelante para que la vida triunfe. Necesitamos voces lúcidas, pensamiento férreo, reflexión honda ante el ruido de la violencia que, no lo dudemos, nace en cada persona que permite que esta eche raíces en su interior. Necesitamos aprender a valorar la vida, agradecerla, cuidarla y defenderla cada día, en lo cotidiano, en lo pequeño y en lo grande.
Dice Etty: Por eso me parece muy peligroso que se afirme continuamente: "No queremos pensar, no queremos sentir, es mejor desensibilizarse ante toda esta desgracia". ¿Acaso el sufrimiento, sea cual sea la forma en que se nos presente, no es una parte de la existencia?
Ella es Ana. Es una mujer de esas que dejan huella por donde pasan. Es profesora, bueno, andereño porque es vasca. No doy más señas. Ana me ha dado permiso para publicar esta foto, aunque por mor de los derechos del menor y por temor a todo lo que la IA está generando, me he visto forzada a recortar la foto para que no se veAN los sonrientes y expresivos rostros de las niñas que la están abrazando.
Ví esta foto en el perfil de wtsapp de Ana. Somos amigas queridas desde que ella participó en un curso de verano que impartí hace muchos años. Ya he dicho qUe deja huella por donde pasa, y dejó huella de cariño en mi corazón.
Al ver al foto le pregunté a Ana por su historia y me dijo que no sabía que se la había hecho hasta que se la enviaron. Me explicó la intra historia de la imagen: Fue le primer día de cole. Esperando ella en el patio a sus nuevos alumnos, se abalanzaron sobre ella un grupo de alumnas del curso pasado. Con tanto ímpetu y cariño que sintió que se iba a caer y pidió un abrazo de grupo. Y, ahí quedó, en el eterno universo de la imagen...
Y me explicaba Ana que sus exalumnas le compartían que la iban a echar mucho de menos, que no había otra andereño como ella. ¡Qué dulzura y qué gratificante! ¡Cómo alegra el corazón saberse querida, reconocida!
Pero, Ana, lejos de alimentar más ese ego nuestro que si no le pones freno se come a todos, les dijo que únicos somos todos.Que claro que no hay nadie más como ella, pero nadie más como nadie.
¡Qué sabiduría la tuya, querida Ana! Porque en tu respuesta capto yo esa capacidad para ayudar al alumno a entender que todos los profesores son dignos de reconocimiento y respeto.Ya sabemos todos que siempre habrá profes que enamoran al alumnado, profes que agradan más, que tocan el corazón. Y también sabemos bien que hay profes pues que no llegan tanto, que ni "fú ni fa", o que, incluso, cuesta y mucho, tenerlos como profes y como compañeros. Cada uno es como es. Por eso en tu respuesta Ana, se abre una puerta importante para esas niñas: reconocer que cada persona es única, que en el cole van a tener profesores, pero también compañeros de todo tipo y que, a veces, se trata de afinar la mirada para identificar en cada uno algo especial. Gran aprendizaje para la vida de después, para aprender que no todo el mundo nos va a resultar atractivo o agradable, pero sí que todo el mundo es merecedor de nuestro respeto y saber estar.
En tu respuesta, Ana, capto tu consciencia de que el proceso de enseñanza-aprendizaje en un cole se hace en equipo y ser equipo es nunca menospreciar al compañero, aunque tenga puntos de vista pedagógicos o de otro tipo que no sean los nuestros. No dar nunca espacio a criticar o menospreciar a otros profesores, especialmente , por parte de los alumnos.
En tu respuesta, Ana, me llega un mensaje de hondura, de profundidad, que impele a ir mas allá, que invita a vivir en común-unión. Y doy fe de que así tú, Ana, creadora de espacios de creatividad, vida, alegría. Y sé de tu luchas y de tus pesares. Eres una mujer luminosa y vital, Ana, en todos los aspectos de tu vida y se nota, sí señora, se nota mucho. Así que no me extraña que te abracen hasta casi hacerte caer y no me extraña tu respuesta.
Y es que educamos como somos. No podemos improvisar. Un maestro, una maestra, entra en el aula con todo lo que es. Los alumnos lo perciben, les llega... ¡Qué le vamos a hacer!
Pero, además, en esta imagen, veo la instantánea de lo que viven miles de educadores y educadoras en todo el mundo: la alegría del reencuentro, la alegría de vivir una profesión que alimenta el alma cuando nace del corazón, que gratifica cuando el alumno crece, cuando se te acercan, cuando se abren a ti, aunque suceda poco.
Esa imagen expresa que los maestros/as saben acoger la vida de sus alumnos y saben dejarse acoger.
Me gusta mucho, Ana, me hace bien mirar esta foto que, en mi móvil sí veo entera, con esas sonrisas limpias y abiertas, con esa mirada de amor de esas niñas tan bonitas.
Abrazo, mirada, diálogo... Claves para una educación con corazón.
Hola, me llamo N. Soy un varón rubio, de ojos claros. Nací en Inglaterra o en USA. Por herencia de mi familia o por trabajo arduo, mi cuenta corriente está llena de ceros, más de los que podrías imaginar. Por eso, cuando me planteo qué hacer con mi escaso tiempo libre, puedo atreverme con las más intrincadas y exóticas propuestas.
Hace tiempo que me atraía vivir la experiencia de sumergirme en lo más profundo del océano y ver barcos hundidos, reminiscencias de naufragios. Los naufragios son dramas humanos muy atractivos y, si del Titanic se trata, románticos en extremo.
Así que, me apunté a esa inmersión en batiscafo para ver los restos del Titanic. ¡Qué emoción! Sí, la excursión es peligrosa, y es cara, no sé si más lo uno o lo otro...
Y, ahora, aquí estoy, hundido yo también, en mi propio naufragio, perdido... Puedo decirte que esto no tiene nada de romántico ni de emocionante. Recluido con mis compañeros de excursión en un reducido espacio y haciendo lo posible por ahorrar oxígeno. No pierdo la esperanza de que nos puedan rescatar. Sé que será muy complicado, pero no quiero pensar que sea imposible. Tengo deseos de vivir, muchos planes y sueños por cumplir. Mi familia me espera, mis amigos. En este momento, daría todos los ceros de mi cuenta por un poco más de oxígeno y un poco más de tiempo para vivir. Aquí abajo, me imagino el cielo azul, la brisa marina de la que tanto he disfrutado en mi yate. Escucho las risas de mis hijos, de mi esposa. Recuerdo a mis amigos en tantas fiestas juntos... En medio de esta lóbrega oscuridad de lo profundo, donde no llegan los rayos del sol, me pregunto por qué tuve que meterme en este batiscafo. ¿Será mi ataúd perpetuo? Nunca pensé, cuando vi la película Titanic, que quizá yo pase a ser parte de la lista de desaparecidos de este barco maldito. ¡Qué triste paradoja vital! En el Titanic yo hubiera sido de los que pudieron subir a los botes salvavidas porque hubiera viajado en primera clase. Quizá entonces, me hubiera salvado... Pero ahora, soy prisionero en este moderno y tecnológico batiscafo. Desde su ventana circular, veo los restos del barco, imagino a aquellos viajeros ricos, bien vestidos, elegantes, disfrutando del viaje sin saber lo que les esperaba... Y sonrío tristemente, porque la historia se repite en mí.
No dudo de que ya nos estarán buscando. Soy conocido, soy importante. Tengo muchísimos contactos en las altas esferas económicas e, incluso, políticas. Sí, me están buscando, lo sé, sólo espero que no lleguen demasiado tarde.
Hola, me llamo Mohamed, o Amina, o Hamza, o Yousef. Soy un varón o una mujer, o un niño, o,
incluso, una mujer embarazada. Mi piel es morena o negra, mis ojos oscuros. Por herencia del colonialismo y de la devastación de mi país en sucesivas guerras provocadas por intereses económicos y políticos, he vivido siempre con hambre, mala salud o persecución. Quizá pude estudiar gracias a una ONG o porque mi familia no es tan pobre, pero en mi país no hay sitio para mí. Quizá fui soldado en una guerra y estoy destrozado por dentro de tanta violencia. Quizá me violaron en el camino hasta esta patera que, ahora, se hunde irremediablemente. Pagué un dinero que no tenía. Mi anhelo es dejar atrás todo el hambre, todo el dolor, tanta persecución. Mi sueño es trabajar, estudiar, labrarme un futuro en Europa. Simplemente vivir. Quiero reunirme con mi madre o con mi padre o con mis tíos, o con mis amigos que ya están establecidos y viven mucho mejor a pesar de muchas dificultades y trabas.
Esta patera, o este barco superpoblado que se está hundiendo frente a las costas de un país democrático, desarrollado, civilizado, va a ser mi tumba en lugar de ser mi tabla de salvación. En esta inmensidad del mar, me siento nada, me parece que no soy nadie para nadie. Sé que en el puerto me esperan mis familiares o mis amigos. Sé que en mi país mi madre o mi padre o mi esposo o mi esposa, me desean lo mejor y esperan mis noticias, saber que he llegado bien y que puedo comenzar a vivir de nuevo. Pero, aquí, en alta mar, no veo venir a nadie a buscarnos. No creo que nos dejen morir, quiero creer que no será así, pero algo dentro me dice que debo encontrar en mí las fuerzas para no ahogarme cuando esto se hunda. Me dijeron que era posible, me dijeron que llegaría buen puerto. No sé de dónde saqué el dineral que me pidieron por mi plaza. Quiero creer que tengo derecho a vivir en paz, a comer, a no temblar de miedo. Busco comida y trabajo y paz y un futuro que en mi país es imposible. Con toda mi alma deseo reunirme con mi familia que ya vive en Europa y sentir su abrazo y que me hagan sentir seguro. Sabía que esto era peligroso, lo sabía, pero más peligroso era quedarme allí. Tenía que intentarlo, me va la vida en ello. Y, por buscar vivir, parece que voy a morir aquí, en medio del océano. No entiendo nada. Estamos aquí en la superficie. Seguro que nos ven. No es tan complicado venir a ayudarnos y menos aún para los europeos, ellos tienen medios que en mi tierra son escasos. Pero... este barco ya se hunde y yo, no sé nadar y...estoy tan cansado y tengo tanta hambre y tanto frío... Creo que llegarán demasiado tarde.
TODOS SERES HUMANOS. TODOS MERECEN EL ESFUERZO POR SALVAR SUS VIDAS. TODA VIDA ES SAGRADA.